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ANÁLISIS Y OPINIONES

Opinión: Aquello que no se ve, pero se presiente…

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«La disociación» Por: Gustavo Mario de Lara Sociólogo – Integrante de Soberanxs TDF AeIAS.

Luego de la lectura del extenso informe “Radar Inglés en TDF: La organización financiada por corporaciones de EEUU e Inglaterra «RAP», Preside la comisión 7 a través de su miembro Federico Sciurano”. Recordé una viejísima participación que tuve allá por fines de los noventas en una radio FM alternativa de la localidad de Moreno, del Gran Buenos Aires.

Todo se generó a raíz de una charla que había dado en un congreso de educación sobre el rol del trabajo docente.

En un momento de la charla radial, salió el tema del rol de los políticos en su carácter de políticos profesionales. Es decir personas que cobran un sueldo, salario, dieta o como quiera llamarse por el trabajo que hacían.

Increíblemente a partir de ese momento, ese aspecto se volvió central. Y de hecho postergó cualquiera de los otros temas planeados y comenzaron a llegar llamadas de los oyentes con preguntas y fundamentalmente críticas a lo que ganaban los políticos.

¿Era el monto la queja real, o simplemente el divorcio, la disociación, es decir la perdida de vista, de sintonía con los problemas reales de la sociedad?

Volvamos a situarnos en el momento temporal. Fines de los noventas.

El “Que se vayan todos” estaba a la vuelta de la esquina

Si un político vive de lo que el estado le paga, por buena que sea esa retribución, corre “cierto” peligro su permanencia dentro del cargo que ocupa. Sea este municipal, provincial o nacional si no sintoniza mínimamente con la sociedad.

Demás está decir que cuanto más cerca del suelo, es decir del territorio, más expuesto está si se nota que su falta de accionar se corresponde con cierto despegue económico o de algún otro tipo de apropiación de capitales culturales y/o simbólicos.

Ahora bien, quizás muchos lectores/as de esta nota no hayan vivido el “que se vayan todos”, y del porqué de la consigna.

Por lo tanto me tomo el atrevimiento de hacer un pequeño recuerdo del proceso histórico.

Hacia fines del siglo XX una etapa política llegaba a su fin.

Un sistema democrático recuperado en el 83 había devenido en una disociación brutal entre las necesidades generales de la población y un poder político que se miraba el ombligo o miraba a aquellos que les daban órdenes del qué hacer.

Absolutamente convencido que la obediencia no era gratuita, recordemos al final del ciclo a “la banelco” como un epifenómeno, es decir solamente la punta del iceberg.

Las crisis recurrentes de deudas del alfonsinismo, acompañados por planes económicos cada uno peor que el otro, pusieron las bases para que ese giro a la derecha violento del mundo a partir de los noventas se plasmaran en lo que luego se convirtió en menemismo, convertibilidad y derrumbe del gobierno de la Alianza.

Ese proceso no fue lineal en cuanto a la disociación.

Si bien la misma fue creciendo con el transcurso del gobierno radical y los primeros intentos del gobierno de Menem. El planteo mágico de la convertibilidad la puso nuevamente por unos años en sintonía con los ganadores de la misma.

El gran triunfo de la dictadura, y más precisamente de Martínez de Hoz, que fue transformar al dólar de simple medio de intercambio al bien más preciado por la sociedad.

Él mismo se materializó a partir de 1991.

Ya hacia fines de los noventas el proceso de disociación comenzó nuevamente a manifestarse y con mayor intensidad.

La tragicomedia que fue el gobiernos de la la Alianza, cuya única promesa era seguir manteniendo el momento mágico, pero ya sin conejos o pañuelos que vender produjo el mayor momento de disociación entre el poder político y la sociedad.

La confiscación de los ahorros de todo tipo que produjo el corralito y el descalabro generalizado del estado en su conjunto, dieron lugar a las asambleas populares como forma de una nueva organización en donde la población no requería de aquellos que la habían traicionado. Por lo tanto el que se vayan todos era una consigna absolutamente coherente con el sentimiento en general.

De forma cuasi mágica el gobierno de Duhalde, previo default del gobierno de Rodríguez Saá, sintonizó con los sectores más postergados, aunque terminó de esquilmar por un lado a la clase media con la pesificación asimétrica que veía como sus ahorros en un medio de cambio transformado en mercancía, se escurría de sus manos. Y de beneficiar al círculo rojo de la época.

Como forma de visualizar la desintegración material del país, cada provincia emitía moneda propia, que salvo el Patacón no eran reconocidas en el resto del país.

Volvamos ahora a situarnos temporalmente. Año 2023 y también geográficamente. Provincia de Tierra del Fuego, Antártida e islas del Atlántico Sur.

Puedo asegurar como individuo que vivió casi 68 años en el hoy llamado AMBA, que jamás tuve presente a Malvinas y la guerra del 82 como desde que vivo acá.

Es evidente que mientras en buena parte del país la guerra se veía por TV, en TDF y Santa Cruz al menos, la situación era radicalmente distinta.

Lo que me lleva a preguntarme.

¿Sería lo mismo en cuanto a su repercusión local, la instalación de un radar de estas características en una localidad de Entre Ríos, San Juan o Córdoba?

Creo no equivocarme si mi respuesta es un rotundo NO.

Historias diferentes y vidas vividas en función de la misma, producen resultados distintos.

No estoy aseverando que no existiría un rechazo del hecho en sí, sino que el mismo tendría un tratamiento diferente.

Lo inverosímil de la situación actual es que salvo por la actuación una minoría intensa que denuncia la irregularidad marcada por el Jefe del Ejercito y a través de un informe lapidario del ministro Taiana. El resto de la sociedad agobiada por la situación económico, política y social solo puede mantenerse con cierto nivel de expectación con respecto al tema.

La gran pregunta es qué tamaño tiene ese nivel.

El grado de agobio es tal que en vastos sectores los niveles de locura son tan marcados que se espera el resultado de las elecciones para que todo se “vaya a la mierda de una buena vez” porque la realidad es abrumadora.

Si bien no puede decirse que es un escenario similar al de “que se vayan todos”, los niveles de ausentismo y voto en blanco en las elecciones marcan una “sensación” de comprensión de la existencia del proceso de disociación.

Quizás la explosión del 2001, se haya transformado en implosión disfrazada a través de la no participación.

Mientras esto sucede en la sociedad, unos poderes político locales y provinciales se muestran cada vez más acorralados y apelan a excusas cada vez más banales, que muestran el nivel de compromiso con el proyecto y su disociación con la historia del país y de la región en particular.

Creo en lo particular que hasta que no se despeje el futuro, supongo que el 19 de noviembre es la fecha límite. El poder político local y provincial seguirán con la misma táctica que hasta ahora. Mirar para otro lado, poner excusas, generar discusiones banales sobre cuestiones burocráticas en busca de aprovechar ese tiempo que les permita alguna seguridad futura en su accionar.

Quizás muchas formas de apropiación que contribuyen a disociarse con niveles de placeres de otra forma inconseguibles están en el centro de la escena, 

Como corolario una simple frase que no es de mi autoría.

Cuando se pueden prevenir. No existen los accidentes.

Gustavo Mario de Lara

Sociólogo – Integrante de Soberanxs Tierra del Fuego Antártida e Islas del Atlántico Sur

Para: www.bocadepozo.com.ar

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