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ANÁLISIS Y OPINIONES

El Modelo Energético de Milei: La mentira de la «eficiencia» que profundiza la exclusión

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Por Moisés Solorza: La desregulación en marcha impuesta por el modelo económico de MIlei en materia energética no es nuevo y dejará millones de argentinos al borde de la pobreza energética.

Por: bocadepozo.com.ar

Pobreza energética: El drama silencioso que afecta a millones de argentinos

La pobreza energética es un fenómeno que, aunque poco visible, afecta a millones de personas en Argentina. Se refiere a la incapacidad de los hogares para acceder a servicios energéticos básicos, como la electricidad y el gas, debido a su alto costo o a la falta de infraestructura. Este problema no solo limita la calidad de vida de las familias, sino que también tiene consecuencias graves para la salud, la educación y el desarrollo económico.

«En un contexto de aumento de tarifas y desregulación del sector energético, la pobreza energética se ha convertido en una crisis que exige atención urgente.»

¿Qué es la pobreza energética?

La pobreza energética se define como la dificultad de un hogar para satisfacer sus necesidades básicas de energía. Esto puede manifestarse de varias maneras:

  1. Incapacidad para pagar las facturas de luz y gas: Cuando los costos de los servicios energéticos consumen una porción muy alta de los ingresos familiares, muchas personas se ven obligadas a elegir entre pagar la energía o cubrir otras necesidades básicas como la alimentación y la salud.
  2. Viviendas con baja eficiencia energética: Muchos hogares, especialmente en barrios vulnerables, carecen de aislamiento térmico adecuado, lo que aumenta el consumo de energía para calefacción o refrigeración de alimentos y, por ende, los costos.
  3. Falta de acceso a la red energética: En barrios populares o informales, a pobreza energética es alarmante ya que muchas familias no tienen acceso a la electricidad o al gas natural y dependen de fuentes alternativas, como leña o carbón, que son más costosas y menos eficientes.

El impacto de la pobreza energética

La pobreza energética tiene consecuencias devastadoras para las familias y la matriz productiva. Algunos de los efectos más graves incluyen:

  • Problemas de salud: La falta de calefacción en invierno o de refrigeración en verano puede agravar enfermedades respiratorias y cardiovasculares. Además, el uso de fuentes alternativas de energía, como la leña o el carbón, puede generar contaminación del aire interior, lo que aumenta el riesgo de enfermedades pulmonares.
  • Deserción escolar: En hogares sin electricidad, los niños y jóvenes tienen dificultades para estudiar o hacer tareas escolares, lo que afecta su rendimiento académico y aumenta el riesgo de deserción.
  • Aislamiento social: La falta de acceso a la energía limita las oportunidades de comunicación y participación social, especialmente en un mundo cada vez más digitalizado.
  • Impacto económico: Las familias en situación de pobreza energética suelen gastar una proporción mayor de sus ingresos en energía, lo que reduce su capacidad para invertir en educación, salud o alimentos.

La pobreza energética en Argentina

En Argentina, la pobreza energética afecta a millones de personas, especialmente en barrios vulnerables y zonas rurales. Según un informe de la Universidad Nacional de Avellaneda (UNDAV), el 38% de los hogares argentinos enfrenta dificultades para pagar las facturas de luz y gas, mientras que el 10% no tiene acceso a la red de gas natural.

El gobierno de Javier Milei ha puesto en marcha una transformación radical del sector energético argentino, basada en la desregulación, la reducción de subsidios y la liberalización del mercado.

Este modelo, inspirado en principios de libre mercado, promete eficiencia, inversión privada y un Estado más chico. Sin embargo, detrás de este discurso seductor para sectores conservadores, esconde riesgos profundos: el aumento descontrolado de tarifas, la exclusión de los sectores más vulnerables y la concentración del mercado en manos de unos pocos actores.


El sueño de la desregulación: ¿Una panacea?

La desregulación energética no es un invento nuevo. «En teoría», busca transferir el control del sector desde el Estado hacia el mercado, permitiendo que los precios se ajusten según la oferta y la demanda. El argumento es simple: menos intervención estatal significa más competencia, más eficiencia y, eventualmente, menores costos. Sin embargo, la experiencia internacional muestra que este modelo no cumple sus promesas, especialmente en países con altos niveles de desigualdad y pobreza.

En Argentina, el gobierno de Milei ha abrazado esta filosofía con fervor ideológico. La idea es clara: reducir el déficit fiscal, atraer inversiones privadas y modernizar un sector históricamente ineficiente y que paguen los costos los trabajadores y la clase media argentina que acompañaron con su voto al presidente. Pero aquí surge la primera contradicción: ¿cómo se garantiza el acceso a la energía como derechos humanos básicos a precios justos y razonables en un país donde el 50% de la población vive en situación de pobreza y donde los subsidios han sido, durante décadas, un salvavidas para millones de familias? ¿Porqué los votantes de MIlei en una mayoría silenciosa acompaña éstas políticas que profundizan la desigualdad y la pobreza?

Dénse una vueltita por las redes sociales y saquen sus conclusiones, porque parece que el discurso de odio y la retórica anti peronista del Gobierno de MIlei, sólo se expresa en la plataforma X mientras la oposición argentina, sigue adormecida.


El costo social del ajuste

El aumento de tarifas es, quizás, la cara más visible de este modelo. Según estimaciones de organizaciones sociales y expertos, los hogares de menores ingresos podrían ver incrementos de hasta el 2000% en sus facturas de luz y gas.

Para muchas familias, esto significa elegir entre pagar la energía o cubrir necesidades básicas como la alimentación, la salud y la educación.

Los jubilados, otro grupo fuertemente afectado, enfrentan un escenario aún más crítico. Con pensiones y jubilaciones que no alcanzan para cubrir la canasta básica, el aumento de tarifas los empuja aún más hacia la pobreza extrema.

Las PyMEs, por su parte, también sufren las consecuencias. Sin subsidios, muchas empresas podrían verse obligadas a reducir su personal o cerrar sus puertas, lo que agravaría el desempleo y la recesión económica.

Pero el problema no termina ahí. La desregulación también podría concentrar el mercado en manos de unas pocas empresas grandes, que ya controlan una porción significativa de la generación y distribución. Esto no solo limita la competencia, sino que también reduce la capacidad del Estado para garantizar precios justos y un servicio de calidad.


La falacia del «mercado que todo lo soluciona»

Uno de los pilares del discurso de Milei es la fe absoluta en el mercado (Además de Conan) como mecanismo de asignación de recursos. Según esta visión, el Estado es un obstáculo para el progreso, y su intervención solo genera distorsiones y ineficiencias. Sin embargo, esta narrativa ignora un hecho fundamental: el acceso a la energía no es un bien de lujo, sino un derecho humano básico, y salvo que estemos frente a un gobierno irracional, éste objetivo debería ser agenda permanente.

En países como Alemania y Dinamarca, la transición hacia un mercado energético más competitivo ha ido de la mano con políticas sociales robustas que garantizan el acceso universal a la energía. En Argentina, sin embargo, el gobierno parece estar priorizando el ajuste fiscal sobre la protección social, lo que podría tener consecuencias devastadoras.


Hacia un modelo energético justo y sostenible

La desregulación no tiene por qué ser sinónimo de exclusión. Para que este modelo funcione, es crucial implementar mecanismos de protección robustos, no simplemente «pagar el costo de la energía lo que vale», como están acostumbrados a repetir sin sentido porque además de la retórica se debe garantizar la transparencia en la asignación de subsidios y fomentar el diálogo con todos los actores involucrados.

Por otro lado, es fundamental promover la inversión en energías renovables y eficiencia energética, no solo para reducir los costos a largo plazo, sino también para avanzar hacia un modelo más sostenible y equitativo, algo que desde hace más de 40 años, el sector privado nunca pudo lograr.

«Es por ello que es imprescindible reconfigurar el escenario de desregulación de los años 90 y plantear seriamente la «desprivatización» de los servicios concesionados.»

En éste sentido la «desprivatización» no tiene que ver con cuestiones ideológicas o partidarias, tiene que ver con auditar en profundidad las concesiones otorgadas en los tiempos menemistas de Dromi, Caballo, para analizar seriamente si los objetivos fijados por Ley, para que los servicios públicos los administren los concesionados, han cumplido las metas fijadas por la normativa y de no ser así, que los verdaderos concesionantes (El Estado) decida si los vuelve a privatizar o concesionar, si les quita la concesión o los administra por su potestad o derecho originario.

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El gobierno de Milei tiene la oportunidad de liderar un cambio transformador en el sector energético, pero para ello debe escuchar las críticas, corregir los errores y priorizar el bienestar de todos los argentinos. El acceso a la energía no puede ser un privilegio para unos pocos; debe ser un derecho garantizado para todos.


Un llamado a la responsabilidad

El modelo energético de Milei representa un cambio profundo en la forma en que entendemos y gestionamos la energía en Argentina. Sin embargo, este cambio no puede estar basado únicamente en la fe ciega en el mercado (Además de Conan). Es necesario un enfoque integral que combine eficiencia económica con justicia social, y que garantice que nadie quede excluido del acceso a servicios básicos. No lo estaría logrando, todo lo contrario.

El acceso a la energía es un derecho humano básico, no un privilegio ni una mercancía. Cualquier reforma en este sector debe tener en cuenta las necesidades de los más vulnerables y garantizar que nadie quede excluido. El gobierno de Javier Milei está cargado de interpretaciones desvirtuadas y sesgadas para erigirse como un transformador en el sector energético, pero si sus funcionarios no escuchan a los gobernadores, si no se aceptan críticas razonables y solo se piensa en la destrucción del entramado energético nacional, estaremos frente a una catástrofe energética pocas veces vistas en la historia argentina y en el mundo.

www.bocadepozo.com.ar

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