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CAMBIO CLIMÁTICO

Del carbón a las renovables: el avance de Chile hacia una transición energética.

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Con debates, dilemas y una tradición fuertemente enraizada en el uso de una tecnología muy contaminante, el país trasandino está instalando una gran capacidad de energía limpia y se adelanta unos diez años a sus metas, a pesar de la pandemia.

El presente de Chile en materia de energía ofrece un contraste que llama la atención. Son varias las compañías vinculadas a fuentes renovables que encuentran en el país trasandino no sólo un territorio propicio, sino también uno de los principales impulsores de la transición energética en la región. Sin embargo, el rechazo a la firma del Acuerdo de Escazú por parte del Gobierno de Sebastián Piñera generó ruido en la comunidad internacional y grupos ambientalistas, ya que la gestión anterior había sido una de las grandes promotoras de este convenio.

En agosto, el país registró 761 MW de capacidad instalada de energías renovables en lo que iba del año, mientras que en todo 2019 se instalaron 820 MW. Incluso en un año atravesado por la pandemia, el avance de las renovables se hace evidente. Con la noción de que la industria se encuentra en medio procesos de descarbonización, descentralización y digitalización a nivel mundial, Chile se ve interpelado y busca disminuir la participación del carbón –que genera la mayor emisión de gases contaminantes– dentro de su matriz energética, en la que al día de hoy sigue teniendo una gran injerencia.

En los últimos días se conoció que la empresa Acciona construirá el complejo fotovoltaico Malgarida I y II, de 238 MW en medio del desierto de Atacama, una de las zonas más atractivas para este tipo de energía, que ya encuentra varias plantas diseminadas en todo el territorio chileno. Con el correr de los últimos cinco años los anuncios de construcción de capacidad instalada –enfocada en la fotovoltaica– se fueron sucediendo en una cantidad considerable, al punto que, según algunos analistas, en este momento hay cerca de 4.000 MW de potencia en construcción.

Se firmó un acuerdo entre el Gobierno y las centrales a carbón para desarrollar un proceso de retiro sin ningún tipo de subsidio, simplemente por decisión de los privados, y ya se ha retirado un poco más del 15% de la capacidad instalada a carbón

No obstante, el rol que tiene el carbón sigue siendo primordial. “Tiene una capacidad instalada significativa que sigue viéndose como generación de bajo costo”, señala Carlos Finat, director ejecutivo de la Asociación Chilena de Energías Renovables y Almacenamiento, sobre las termoeléctricas que funcionan a base de carbón. Él subraya que el abandono de este tipo de fuente no se puede dar de la noche a la mañana, porque eso implicaría poner en riesgo la seguridad del suministro.

De cualquier modo, entiende que la necesidad de dejar a un lado al carbón es una idea que está instalada y que llevó a que, a comienzos del 2019, se firmara “un acuerdo entre el Gobierno y las centrales a carbón para desarrollar un proceso de retiro sin ningún tipo de subsidio, simplemente por decisión de los privados, y ya se ha retirado un poco más del 15% de la capacidad instalada a carbón”. Una medida que habría sido acompañada de planes de retiro para la gente mayor y de reubicación de los empleados más jóvenes en puestos de trabajo dentro del rubro de las renovables.

Así entonces, el caso chileno que casi no cuenta con producción propia de gas y petróleo, combina una tradición caracterizada por el uso del carbón y una pujanza en energías limpias que lo transforma en un líder dentro de la región en eólica y solar. De la generación total del 2020 a la fecha (57,86 TW/h) a nivel nacional, las termoeléctricas aportan un 35,58 TW/h y, de este número, dos terceras partes provienen del carbón. Es decir que aún con esta gran mejora, sigue teniendo una de las matrices más contaminantes de Latinoamérica.

Diversificación de la matriz energética

Las renovables tienen una participación de cerca del 20% de la matriz energética actual, según el director ejecutivo de ACERA y hay otro 20% de hidroeléctricas de gran tamaño que, si bien no son consideradas renovables, no generan ningún tipo de emisión de gases de efecto invernadero. Su pronóstico es más que auspicioso en cuanto al terreno que pueden ganar en el corto plazo, ya que considera que el objetivo del plan Energía 2050 de cubrir el 60% de la matriz en 2035 a base de energía limpia, “lo más probable es que sea superado en 2026 o 2027”.

De la capacidad total instalada, el 3.154 MW corresponden a la solar fotovoltaica y 2.318 MW provienen de energía eólica. En tercer y cuarto lugar se encuentran el biogás y la solar térmica, respectivamente.

“Cuando hablamos de fuentes energéticas, no basta con que le señalemos a la persona que una energía limpia es mejor que el carbón, o que la energía solar es mejor que la leña húmeda. Tenemos que comprender que la sustitución a las energías renovables, a nivel domiciliario, es costosa

En contraste con lo que marca Finat, Recaredo Gálvez, analista político y miembro de la Fundación Sol, dice que es “poco factible” que se pueda dar el avance de las renovables que determinó el Ministerio de Energía en dicho documento. Si bien considera que existe un desarrollo notorio de las renovables, para que este tipo de tecnologías llegue a la comunidad, el Gobierno debe atender antes el aspecto salarial de una población que “a pesar de lo que se muestra hacia fuera, hay un gran nivel de desigualdad”. Esto hace que la mayoría de la población no pueda entender como una prioridad el acceso a estas tecnologías en sus hogares, agrega.

En 2012, fue aprobada la Ley de Generación Distribuida y respecto a ella Recaredo Gálvez sostiene que, en sintonía con la realidad socio-económica señalada anteriormente, la normativa quedó “en un ámbito más testimonial, porque depende del bolsillo de los hogares para poder ser implementadas”.

Por otra parte, Finat entiende que hay en las comunidades indígenas una buena oportunidad para la puesta en práctica de esta iniciativa que pretende brindar a los usuarios la posibilidad de transformarse también en generadores de energía. Ocurre que, para él, esto no termina sucediendo debido a que “ninguna entidad privada está dispuesta a financiar proyectos en esas zonas porque las consideran de alto riesgo, lo cual es tremendamente injusto”.

“Cuando hablamos de fuentes energéticas –explica Gálvez–, no basta con que le señalemos a la persona que una energía limpia es mejor que el carbón, o que la energía solar es mejor que la leña húmeda. Tenemos que comprender que la sustitución a las energías renovables, a nivel domiciliario, es costosa”.  Considera que estos costos, en países como los de América del Sur, donde hay una gran población que no tiene los recursos para implementar esta sustitución, permiten ver que a fin de cuentas se trata de un problema estructural. Insiste en que “lo mejor sería desarrollar la base salarial de los trabajadores y que eso vaya acompañado de incentivos de los distintos Estados para que se puedan adquirir estas tecnologías”.

Tecnología extranjera

La mano de obra operativa es en gran medida local, pero la mayoría de las gerencias están en manos de los países de origen de las compañías. Gálvez recae en que “muchas de las empresas que están impulsando esta estrategia, y que han ido desarrollando su potencial en las energías renovables, son empresas que no son latinoamericanas”.

Hace referencia al arribo de la multinacional Enel, con base en Italia, que ya está trabajando en Brasil, Chile, Argentina, Perú y Colombia, entre otros países. El atractivo que genera Sudamérica, a partir de la amplitud de territorios y los altos niveles de radiación solar en muchas zonas del continente, hace que aquellos que pueden desarrollar la tecnología requerida encuentren un potencial mercado aquí.

“Está bien ir avanzando en energías que puedan tener un menor grado de impacto en las comunidades locales, pero también hay que preguntarse sobre la gobernanza de esta energía”, dice y luego se remite al elemento geopolítico de la cuestión, no sin cierta cuota de escepticismo: “Hay una directa relación del capital trasnacional con el desarrollo de las tecnologías para renovables en América Latina”.

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