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ANÁLISIS Y OPINIONES

Favio Casarín: El oro de Latinoamérica, ¿Desarrollo o Dependencia?

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Días atrás la Oficina de Control de Activos Extranjeros de EE.UU. del gobierno del Presidente Joe Biden, sancionó a la Dirección General de Minas de Nicaragua. Anunció que se aplicarán medidas restrictivas al negocio de la industria del oro en el país centroamericano e inició un camino que podría afectar seriamente a las exportaciones y producción de oro de ese país. A continuación, el análisis del experto Favio Casarin y Mauricio Heit.

La restricción prohíbe también las inversiones de cualquier estadounidense en Nicaragua en esta materia, regla que se extiende también a las empresas extranjeras con oficina en EE.UU.

«(Daniel) Ortega y sus secuaces usan el lucro originado en la producción y comercialización del oro para enriquecerse y premiar a quienes mantienen al régimen en el poder». Así de claro y categórico fue el comunicado de prensa que emitió el 24.10.2022 el Departamento del Tesoro de los Estados Unidos en su sitio web.

Nicaragua es el país más grande de Centroamérica y tiene la mayor incidencia del negociodel metal precioso en su PBI, ya que el oro representa hoy unos 1.500 millones de dólares en un país con un PBI del orden de los 14.000 millones, y los proyectos en proceso y estudio podrían en el mediano plazo duplicar esta producción. Es, a su vez, el mayor productor de oro en Centroamérica. En 2021, el país exportó un récord de 348.532 onzas del metal, según datos del Banco Central de Nicaragua y según las proyecciones, se espera que pueda llegar a las 500.000 onzas en 2023.

La diferencia con el resto de la región es significativa. Como comparación, en 2021 el primer exportador de oro de Centroamérica fue Nicaragua con 1.534,3 millones de dólares, seguido de Honduras con 278,6 millones, Costa Rica con 21,5 millones y Panamá con 64 millones. El caso de Guatemala es relevante, ya que en el año 2011 exportó por 449 millones de dólares entre oro y plata, y en el año 2021 solamente exportó por 220 mil dólares. El mayor impacto fue el cierre de las minas Marlín y Escobal y la cancelación de muchos proyectos por falta de legislación adecuada, conflictos sociales y ambientales.Paradójicamente, la ley minera de Guatemala, obliga a pagar por el oro y la plata una regalía solo del 1%.

La mina Marlín es propiedad de la canadiense Goldcorp Inc., que según sus directivos, pagó un 4 % más (además del 1% obligatorio) a modo de “regalía voluntaria”, al Estado Guatemalteco. Dejó de producir en 2017, y actualmente se encuentra en operaciones de cierre de mina. La mina Escobal es la segunda mina de plata más grande del mundo, operada por la canadiense Pan American Silver, y en su esplendor produjo aproximadamente 20 millones de onzas de plata por año, hasta que fue suspendida por elTribunal Constitucional a mediados de 2017, que declaró el incumplimiento del Ministerio de Minas y Energía (MEM) del derecho de consulta al Pueblo Xinka al haber otorgado la licencia minera sin atender el compromiso internacional contenido en el Convenio 169 de la OIT.

Subyacen otros motivos de la sanción a Nicaragua, y ello se desprende de lo que sostienen, tanto el gobierno de EE.UU., como los políticos opositores al gobierno nicaragüense, que parte del oro que se exporta en Nicaragua en el último tiempo proviene de Venezuela, debido a que aún continúa el bloqueo económico para ese país. Existiría –dicen- una triangulación con el oro venezolano, previa escala en Managua, hasta alcanzar el destino final.

Si bien Nicaragua tiene un gobierno socialista, al contrario de Bolivia y Venezuela, ha seguido un modelo de apertura a inversiones privadas que es exitoso y exporta el 80% de su producción a refinerías de Estados Unidos, lo cual paradójicamente en este momento se convierte en un problema para el país, al tener que afrontar las sanciones de Washington.

Claramente, el oro viene a ser el principal blanco, conjuntamente con otra batería de castigos para aumentar la presión sobre el mandatario nicaragüense. Es interesante analizar que muchos países de Latinoamérica, entre ellos Ecuador, Bolivia, Colombia, Guatemala, y Panamá, también envían a refinar a los Estados Unidos. El papel de los Estados Latinoamericanos, está reservado a ser solo productores de materia prima a cambio de una regalía (ínfima). La posición de Latinoamérica es de debilidad total, por la ausencia de valor agregado. En todo Centroamérica, no existe una sola planta refinadora de oro, con excepción de la del Grupo Peñoles en México. Es así que la región solo exporta “oro sucio, negro, o doré”a las refinerías de Miami y de Dallas, yaun así, ahora debe sufrir las restricciones de su principal comprador, EE.UU.

En Sudamérica, el panorama no es mucho mejor. Solo refinan oro Perú (entre ellos el oro sucio, o parte del producido por Barrick en la mina Veladero) y Brasil. Lo vemos a diario en Argentina, donde no está clara la ruta del oro, ni de ningún metal, mucho menos de su precio, y donde la ausencia de refinerías (que paradójicamente son de relativo bajo costo), limitan al país a ser exportador de concentrado de minerales, de oro sucio, o del litio “a terminar en las casas matrices”. Conjugado con organismos y funcionarios públicos que publican las bondades de los escasos millones que ingresan por exportaciones de minerales sin valor agregado, con el rótulo de “éxito minero”. Si un día las transnacionales del oro (dueños en Argentina de los derechos mineros a perpetuidad y en forma gratuita), deciden bajar la producción, el panorama será desolador, ya que ni siquiera cuenta el país con el recurso de la refinación o joyería, como el caso de Turquía, que casi no posee explotaciones de oro, pero refina el mismo y produce joyas, obteniendo grandes ganancias.

¿Puede que esto se convierta en un arma de doble filo con dependencia geopolítica? No solo como en los casos citados, sino que también la exportación de oro sucio o sin refinar, disminuye los ingresos en materia de regalías e impuestos que reciben los países (o provincias, para el caso de Argentina), ya que se exportan a valores relativos bastantes menores a los de Londres LME, reduciendo ingresos a los gobiernos. A modo de ejemplo, buena parte de la producción de oro en algunos países latinoamericanos, está en manos de pequeñas empresas, cooperativas, y productores independientes, que perciben un valor hasta menos un 20% del precio de cotización internacional.

Pero hay más. El negocio de la refinación, además del valor agregado, posibilita que metales, como plata, platino y otros, que acompañan al oro y son recuperados solo en el proceso de refinación, queden en el país que refina. Estos metales noson reconocidos a los productores por las refinadoras internacionales (sobre todos a los pequeños y medianos), generando un mercado y tráfico de metales de destino incierto.

Por último y no es menor, la mano de obra especializada, que requieren estos procesos, también quedan como patrimonio de los países que cuentan con las plantas de refinación. Es muy interesante volver sobre el caso de Turquía que cuenta con refinerías pequeñas, medianas y grandes, algunas desarrolladas con tecnología propia, que aprovechan todos los elementos y metales contenidos. La milenaria tradición joyera turca a través de una asociación exportadora con más de 1500 participantes, se ocupa de abastecer el mundo entero con piezas de arte y atesoramiento de alto valor agregado con diseño propio.

Más allá de cualquier posición política e ideológica, motiva pensar en las decenas de miles de mineros informales en todo Latinoamérica, que sin medios, luchan por sobrevivir, las pequeñas y medianas empresas que deben vender a veces a precios africanos para poder sostener las operaciones, y los miles de empleos que se podrían generar y por supuesto, la enorme pérdida (millonaria) de ganancias y regalías de los Estados Latinoamericanos.

Entonces, al margen de la política, pero sí como visión tecnológica y social, ¿no sería quizás momento de proponernos repensar la minería metalífera latinoamericana desde una perspectiva más independiente tecnológicamente, e industrialmente más potente?

El contar con refinerías locales y fortalecer un aparato productivo y de valor agregado local que exporte oro refinado en el país productor, y que fomente la producción y exportación de joyería, ya sea artesanal o industrial, podría generar una mejor distribución de esa cadena de valor, y permitiría una actividad más equitativa, con ganancias para todos los sectores, tanto públicos como privados.

Jujuy Económico agradece a Favio Casarín, geólogo y abogado.

Prensa GeoMinera

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